¿Importa el tamaño del contraelectrodo (CE)?
16 ago. 2021
Artículo
Para comenzar, volvamos al año 1950 cuando metalúrgicos y químicos intentaron arrojar luz sobre un fascinante fenómeno electroquímico descubierto originalmente en el siglo XVII por el químico Sir Humphry Davy [1].
Si sumerges un alambre de hierro (o como dicen los electroquímicos: un electrodo de hierro) en ácido sulfúrico diluido (que se considera el electrólito), instantáneamente comienza a disolverse, se corroe. Si luego inserta otro electrodo que no se corroe (p. ej., platino) y conecta el electrodo de hierro al negativo polo de una fuente de corriente, y el alambre de platino (electrodo) al positivo polo, la disolución del hierro se ralentizará o incluso se detendrá, dependiendo del voltaje aplicado.
Por otro lado, si conectas el electrodo de hierro al positivo polo y elevar el voltaje de valores muy bajos a valores más altos, la disolución crece exponencialmente con el aumento de voltaje.
Sin embargo, por encima de cierto límite de corriente (y dependiendo del área del electrodo, la composición del electrolito, y temperatura), la corriente cae repentinamente a valores muy bajos y el electrodo de hierro deja de disolverse. Este fenómeno fue detectado por Michael Faraday, y lo llamó «pasivación». Este fenómeno ha sido objeto de controversias y disputas hasta la década de 1950 cuando fue posible una mejor comprensión con la invención del potenciostato moderno (Figura 1).